2000 años de Salvación. Esto es lo que nos disponemos a celebrar. Quizá parezca algo extraño el que nos preparemos para celebrar algo que simplemente e inevitablemente ocurrirá. Quizás te preguntes:¿Para qué dedicar 9 años de preparación para apreciar y aprovechar un don que recibimos hace 2000 años y que, seguimos recibiendo incluso en este mismo momento? ¿No le hemos dedicado suficiente tiempo a este misterio de nuestra salvación? y ¿Será necesario esfuerzarnos más o darle atención adicional en anticipación a este aniversario?
Por supuesto que sí. Al embarcarnos en esta novena de 9 años llamada “La Gran Novena”, hemos elegido 9 temas que guiarán nuestra reflexión con el fin de involucrarnos mejor en el misterio al que nos acercamos. Los siete primeros temas son las tradicionales “siete palabras” de Jesús en la Cruz. Comencemos con la primera: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Nosotros somos “ellos” y, en verdad, muchas veces no sabemos lo que hacemos.
Imaginen y sitúense en ese momento, consideren lo que está sucediendo. Un hombre perfectamente inocente está siendo ejecutado como un criminal; y no sólo ejecutado, sino brutalmente torturado y después es ejecutado con uno de los métodos más dolorosos y jamás pensados. Sin embargo, mientras este hombre lo siguen torturado, pide perdón por las personas que lo torturan. Es así como se comienza a experimentar la misericordia de Dios, con su paciencia inquebrantable.
La verdad es que todo dolor, todo tormento, toda privación y herida infligida al cuerpo de Jesús durante su crucifixión fue causada por los soldados sólo instrumentalmente. Sí, ellos lo golpearon y martillaron los clavos, pero en un nivel mucho más profundo –el nivel de la causa formal– fueron y son nuestros pecados los que causaron su tortuosa muerte. Jesús, por ser Dios y Hombre, existe en una intersección única de la realidad. Como hombre, estuvo en un tiempo y un lugar específico: Egipto, Galilea y Jerusalén desde aproximadamente del año 1 al 33 d.C. Como Dios, Jesús trasciende el tiempo y el espacio, el está siempre presente y en todas partes. Debido a esta intersección única de tiempo y eternidad, espacio e infinito, podemos decir con precisión que nuestros pecados, cometidos milenios después de su muerte, causaron su muerte. En su omnisciencia (capacidad de saber todas las cosas), el Dios-Hombre, Jesús, podía ver mentalmente cada pecado cometido en cualquier momento. Esto es lo que queremos decir cuando decimos cosas como “Jesús murió por tus pecados y habría muerto por ellos, aún si fueras la única persona en la tierra” o “cuando Jesús murió, te vio y se ofreció por ti”.
Entonces, cuando Jesús clama “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, puedes traducirlo como “Padre, perdona a _____ porque no sabe lo que hace”. Sí, Jesús estaba hablando específicamente de las personas que lo crucificaron en ese momento, pero también estaba hablando de ti y de mí, de nosotros. Las multitudes de hace 2000 años no sabían realmente que Jesús es Dios de la manera en que tú y yo lo entendemos. Nuestra ignorancia es diferente a la de ellos. Cada vez que pecamos, crucificamos al Señor. Sin embargo, en cierto nivel, ¿entendemos realmente lo que estamos haciendo al elegir el pecado en lugar de Dios? ¡No malinterpretemos esta pregunta! Esto no significa que nadie realmente peca porque nadie realmente entiende cuán malo es su pecado. El punto no es que todos sean invenciblemente ignorantes y, por lo tanto, tengan garantizado el cielo. No, el punto es que Jesús realmente quiere que el Padre nos perdone y que aprovechará todo lo que pueda para justificar el derramamiento de su misericordia divina.
Si le damos la vuelta a la oración, podemos ver esto más claramente: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. La implicación es que, si alguien sabe lo que hace, no recibe el beneficio de esa oración. La Iglesia nunca ha enseñado que todos somos ignorantes al pecar. La Iglesia siempre ha sostenido que es posible que una persona peque gravemente con pleno conocimiento y libertad. El Pecado Mortal, es muy posible y, lamentablemente, muy común (cf. 1 Juan 5:16-17). Sin embargo, no desesperemos. Incluso si uno comete un pecado mortal consciente y libremente, Dios le puede perdonar y lo hace. Esta es la naturaleza del arrepentimiento.
El punto de todo esto es que, Jesús busca cada oportunidad para salvarnos de nuestros pecados, aunque éstos le hacen sufrir. Este es un ángulo, una perspectiva de cuán misericordioso es Jesús, cuán desesperado está por salvarnos de nuestros pecados. Si consideramos el alcance total de los 2000 años transcurridos desde la crucifixión de Jesús, podemos aplicar esta oración de misericordia y tolerancia a todo el recorrido de la historia. Tú y yo nos estamos acercando a los 2000 años de la gracia infinita que brota del costado traspasado de Jesús en la Cruz, pero aún estamos llenos de pecado e ignorancia. Aún no hemos permitido que esa gracia alcance la perfección en nosotros. ¿Por qué necesitamos nueve años de preparación especial para este bimilenario de nuestra salvación? Porque no sabemos lo que estamos haciendo. No sabemos cuántas gracias hemos desperdiciado, cuántas heridas hemos infligido a nuestro Señor. Escuchar este grito lastimero para que el Padre sea paciente con nuestra ignorancia debería movernos a hacer mejor las cosas, a remediar nuestra ignorancia, a conformarnos más plenamente a la salvación que, tan a menudo, damos por sentado. Ésta es una de las razones por la que estamos llevando a cabo esta Gran Novena. Es un esfuerzo sostenido para hacer buen uso de la gracia que nunca ha dejado de fluir de la intersección de la historia y la eternidad en la Cruz de Jesucristo. Es por esto que elevamos la cruz en alto el 14 de septiembre y en cada Misa, porque nos comprometemos a la oración diaria para recibir la gracia de Dios. Por eso, les exhortamos a reflexionar mensualmente para profundizar poco a poco nuestra comprensión y apreciación del don de nuestra fe. Así como también les hacemos un llamando a una rutina de ayuno para desprendernos de las satisfacciones temporales de este mundo y así avivar nuestro anhelo por las cosas de la eternidad que la Cruz de Cristo nos ha puesto a disposición. Les pedimos que celebren más intencionalmente ciertas fiestas de nuestra salvación.
“Padre, perdónanos, porque no sabemos lo que hacemos. Perdónanos y concédenos la gracia de saber lo que podemos y debemos hacer, conocerte a ti y a Jesucristo, a quien enviaste para nuestra salvación y la del mundo entero”.